Cuando sentirla es mucho más que vestirla
Todavía recuerdo, cómo no hacerlo, el día que fui citada para jugar en Old Girls. Yo cursaba 3er año de liceo y apenas sí podía con la emoción y los nervios cuando Carlos Fuscaldo, el entrenador en aquellos tiempos me dijo: “El domingo que viene, a las dos de la tarde, ¿podés venir?”.
Tampoco me olvido de ese primer domingo sentadita en el banco, donde ansiosamente esperaba el momento para entrar. Cuando finalmente me llamó, me dijo muy serio: “Pi, te tengo toda la fe del mundo y hoy vas a hacer un gol”. Con una palmada en la espalda y con el corazón a mil, debuté en el primer equipo de Old Girls. Tuve la suerte de hacer ese gol que de alguna manera había prometido, pero sin duda no fue lo que hizo memorable ese día.
A partir de ahí comenzó un camino que con el tiempo fui cambiando por alegrías, emociones, triunfos, derrotas, viajes, amigas, lágrimas… Porque en este deporte hay cosas imborrables. Es increíble cerrar los ojos y ver aquel tiro al arco, aquella jugada o aquel golazo, todo con una claridad que no tengo para otras cosas aún más recientes. Y así domingo a domingo voy viviendo y aprendiendo a ser una Old Girl.
Por eso quisiera a través de estas líneas transmitirles a las generaciones futuras, todo lo que significa Old Girls. Decirles que el hockey es mucho más que un deporte y que Old Girls es mucho más que un equipo. Contarles que no hay nada más lindo que defender la rayada y aún más lindo es saber que todas en la cancha sentimos igual.